Julián Ugarte es una de esas personas que no solo detectan los problemas sociales, sino que se atreven a resolverlos desde una perspectiva audaz, colaborativa y profundamente humana.
Julián Ugarte, director de Socialab, es referente en innovación social y valor compartido en Chile y América Latina, transformando problemas en oportunidades con impacto sostenible y colaborativo. Director de Socialab y cofundador de múltiples iniciativas que han marcado la escena del emprendimiento social en Chile y América Latina, su trayectoria está guiada por una convicción: los problemas son, en realidad, oportunidades para crear soluciones sostenibles que conecten a las empresas con la sociedad. Y ese vínculo virtuoso ha sido su campo de acción por más de una década.
Todo comenzó con su experiencia en la fundación TECHO, donde integró la mesa de innovación. Desde allí, se hizo evidente una realidad dolorosa pero movilizadora: falta de agua, arriendos inaccesibles, mala educación, ingresos que no alcanzan para la canasta básica. “Todos esos problemas, para los innovadores, son una oportunidad para generar una solución”, recuerda Ugarte con entusiasmo. Fue así como surgió Socialab, una plataforma de innovación abierta que ha transformado el concepto tradicional de emprendimiento al poner el foco en los desafíos sociales más complejos.
El modelo era simple en su planteamiento, pero ambicioso en su ejecución: convocar a personas de todo el mundo a idear soluciones para problemas concretos y asignar capital a quienes tuvieran las mejores ideas. “Nuestra idea era poder resolver problemas sociales duros y ponerle la plata a quien en el mundo pueda tener la mejor solución para que emprenda una empresa y lo saque adelante”, explica.
Las primeras convocatorias fueron impulsadas junto al Ministerio de Desarrollo Social, cuando en 2010, recién llegado de una experiencia en la NASA, se reunió con el entonces ministro Felipe Kast para plantearle una idea inusual: superar la pobreza bajando el precio de la canasta básica mediante innovación.
Desde entonces, Socialab ha realizado más de 385 convocatorias, ha recibido más de 85.000 postulaciones provenientes de 72 países y ha canalizado más de US$10 millones en premios y capital para que emprendedores lleven adelante sus soluciones. Empresas de alto calibre como Coca-Cola, Google, BHP, Aguas Andinas y Ambev han confiado en este modelo para transformar desafíos corporativos en oportunidades de impacto positivo.
Lo notable es que ni los problemas, ni las soluciones, ni el financiamiento han venido de una sola parte: “No he puesto ningún problema, no he puesto ninguna solución y no he puesto un precio de inversión. Los problemas los pusieron las empresas, el financiamiento lo logramos a través de ellos, las soluciones las pusieron los emprendedores. Es un ecosistema”.
Para Ugarte, Socialab ha dejado de ser solo una plataforma. Hoy la define como una “arquitectura” de impacto, donde las piezas se articulan para crear un sistema dinámico de colaboración. En paralelo, también ha impulsado EVE, una red de coworks (iF Chile) que se ha expandido con fuerza desde Santiago y que acaba de abrir nuevamente una sede en Antofagasta, con la mira puesta en otras regiones.
“Puerto Varas es el polo de la salmonicultura y agricultura, Es el segundo más importante a nivel mundial de salmonicultura y proteína animal azul”, afirma con convicción. Ugarte nació en Puerto Montt y recuerda cómo esa ciudad cambió con la llegada del salmón: “Cuando me fui en 1985 le decían Muerto Montt. Hasta que llegó la industria del salmón, acá no había prosperidad. Yo creo que le ha cambiado la cara a la Patagonia”.
El concepto de valor compartido —la capacidad de las empresas de generar beneficios tanto económicos como sociales— atraviesa todo su discurso y su acción. “La prosperidad económica mejora la calidad de vida. Eso es valor compartido”, sentencia. En esa línea, el año pasado lanzó una nueva aceleradora junto a Alejandra Mustakis y Socialab, con un modelo inédito: no prestan servicios a empresas, sino que se hacen socios de emprendimientos con potencial real de transformar mercados.
“Vamos en el segundo año, y la idea es hacer esto por diez años. Acelerar 100 empresas. Ya vamos en 25”, detalla. La apuesta no es solo crecer, sino vincular ventas, conexiones empresariales y, eventualmente, inversión, con impacto sistémico. “Eso a mí me tiene motivado. Eso quiero hacerlo en los próximos ocho años”.
Hoy también busca conectar Socialab con la industria sanitaria y la salmonicultura, con una mirada estratégica orientada a la eficiencia, la tecnología y la resiliencia. Está explorando formas de hacer más competitivo el uso de insumos, por ejemplo, impulsando el cultivo local de granos que hoy se importan desde India. “Hay 200.000 posibles hectáreas que se pueden volver a cultivar en el país”, plantea, añadiendo que mejorar la cepa genética del salmón o recuperar subproductos como la sangre del pez —que representa el 4% de su volumen— podría abrir nuevas líneas de desarrollo con base tecnológica y alto valor agregado.
“Está todo pasando”, dice entusiasmado. “Hay una revolución tecnológica: nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial, biología sintética. Todo eso hay que incorporarlo para seguir siendo competitivos”. Para él, el salmón no es solo una proteína: es como el silicio de Silicon Valley, una base sobre la cual Chile puede construir una plataforma de innovación y prosperidad.
El recorrido de Julián Ugarte es una hoja de ruta para quienes creen en una economía más humana, más conectada con los territorios y más abierta al talento colectivo. No se trata solo de buenas intenciones, sino de estructuras, plataformas y arquitecturas que movilizan recursos hacia donde más se necesitan. Es la evidencia de que es posible transformar el dolor social en oportunidad, el emprendimiento en política pública, y la innovación en motor de cambio.


