En el corazón del sur de Chile, en la ciudad de Osorno, nació hace 16 años un sueño impulsado por un grupo de visionarios que quisieron recuperar el espíritu cooperativo en el ámbito financiero.
En el corazón del sur de Chile, en la ciudad de Osorno, nació hace 16 años un sueño impulsado por un grupo de visionarios que quisieron recuperar el espíritu cooperativo en el ámbito financiero. Así se gestó Bansur, una cooperativa financiera en el sur de Chile que ha crecido sostenidamente desde su fundación, conectando a trabajadores, empresas y comunidades en un modelo centrado en la confianza, el servicio y el compromiso con el desarrollo local.
“Yo creo que toda cooperativa parte como un sueño. Es el sueño de unos pocos que quieren involucrar a muchos…», recuerda Cristian Silva, gerente general de esta cooperativa financiera en el sur de Chile, que hoy cuenta con cerca de 7.000 socios y presencia en múltiples regiones gracias a su apuesta por la digitalización.
Bansur no solo ha consolidado su modelo como una alternativa real al sistema bancario tradicional, sino que además representa una cooperativa financiera en el sur de Chile que entiende el crédito como una herramienta de inclusión y desarrollo, especialmente para trabajadores y pymes con arraigo territorial.
La iniciativa, que surgió con una clara vocación regional, logró reunir en pocos meses el capital mínimo gracias al aporte de empresarios locales comprometidos con la idea de construir una entidad financiera con sentido social. Así nació una cooperativa diferente, con foco en los trabajadores y pequeños empresarios excluidos del sistema bancario tradicional.
Hoy, Bansur cuenta con cerca de 7.000 socios, de los cuales más de 5.000 están activos. El modelo se basa en una relación con empresas de la región: se establecen convenios con ellas, y a través de esos convenios los trabajadores pueden acceder a créditos descontados por planilla. “Es nuestro modelo actual, aunque con la digitalización hemos logrado operar en muchas regiones más allá del sur. Hoy podemos otorgar financiamiento en Valparaíso, Coyhaique o donde sea, gracias a los sistemas de firma digital y atención remota. Ya no es necesario tener una oficina en cada ciudad”, explica Cristian.
Además del segmento de trabajadores, Bansur ha ido expandiendo su cartera hacia el financiamiento a pequeñas y medianas empresas, especialmente en el rubro agropecuario. Con líneas apoyadas por Corfo, han logrado ofrecer soluciones financieras accesibles, con una lógica cooperativa, donde el centro no está solo en la rentabilidad, sino también en la sostenibilidad y la pertenencia territorial.
Una de las claves de su crecimiento ha sido la capacidad de adaptación tecnológica. Desde sus inicios, apostaron por digitalizar sus procesos internos y, con la pandemia, aceleraron la implementación de sistemas que hoy les permiten operar casi completamente en línea. “Nuestro equipo es joven, ágil, y hemos logrado que la gente firme créditos desde su teléfono, por videollamada, sin pisar una oficina. La pandemia ayudó a que todos se digitalizaran por necesidad, y eso nos impulsó también a mejorar”, cuenta.
Cristian Silva conoce bien el contraste entre la banca tradicional y el modelo cooperativo. Antes de asumir en Bansur, trabajó en un banco en Santiago. “Al llegar, uno piensa que esto es como un banco, pero con un apellido: ‘cooperativo’. Pero rápidamente te das cuenta que no es así. Las métricas, las relaciones, los tiempos, el propósito… todo es distinto. Acá no estás vendiendo productos financieros, estás construyendo soluciones para personas que muchas veces han sido ignoradas por el sistema”.
Los primeros años fueron difíciles. “Me equivoqué en todo. Venía con una mirada muy técnica, muy bancaria. Me tomó tiempo entender el rol social de la cooperativa. Pero eso es lo bonito: poder construir algo con propósito. Partimos siendo cinco personas y 200 socios, hoy somos 25 y casi 7.000”, reflexiona.
Entre los hitos que destaca está la apertura de la oficina en Puerto Montt, que significó un salto importante en escala operativa. “Pasamos de tener dos personas a seis, de 200 socios a más de 1.200, de una colocación de 20 millones a 200 millones. Todo se multiplicó. Fue un estrés organizacional, pero también un aprendizaje tremendo que nos permitió profesionalizar aún más los procesos y prepararnos para replicar esta experiencia en otras ciudades”, señala.
La gobernanza es otro elemento esencial. Bansur se sostiene sobre una estructura dual: los socios fundadores o aportantes, que sostienen el capital y la dirección estratégica, y los socios usuarios, trabajadores que acceden a los productos financieros. Esta relación permite una operación equilibrada entre sostenibilidad y servicio. “Es un modelo virtuoso. Los que aportan capital lo hacen con un sentido de propósito, y los usuarios encuentran en la cooperativa una alternativa real al sistema financiero tradicional”, explica Cristian.
En paralelo, han fortalecido alianzas estratégicas con organismos públicos como Corfo, lo que les ha permitido acceder a financiamiento, garantías y programas de fortalecimiento institucional. “Hemos logrado ganarnos programas importantes, y eso demuestra que nuestro trabajo tiene respaldo. Nos permite entregar soluciones más atractivas en condiciones y tasas, especialmente para el mundo pyme, donde queremos seguir creciendo”, afirma.
Entre sus próximos desafíos, destaca una expansión hacia el segmento pyme-mediana empresa con una nueva propuesta de valor, que incluye condiciones preferentes, agilidad operativa y un vínculo más profundo con actores clave del ecosistema regional. También proyectan un crecimiento del 15 al 20% en los próximos tres años, con foco en equilibrar carteras y ampliar la cobertura territorial.
Sin embargo, no todo ha sido fácil. Una de las debilidades que reconoce es la baja participación de los socios usuarios en la vida cooperativa. “El 90% de nuestros socios no asiste a las asambleas. Hay una exclusión voluntaria que es difícil de revertir. Pero si lográramos que participen, que se involucren más, podríamos enriquecer mucho el modelo de negocio desde su experiencia como usuarios”, comenta.
También advierte sobre los desafíos tecnológicos: “Hoy el mercado está lleno de fintechs, startups, cajas y bancos que compiten en digitalización. Las cooperativas tenemos que estar muy atentas, porque si no invertimos constantemente, podemos quedarnos atrás. Pero lo bueno es que, si se hace bien, una cooperativa tiene una ventaja estructural: no es un negocio especulativo, es un servicio que responde a una necesidad real”.
Para Cristian, una de las grandes fortalezas del modelo es su permanencia. “Una cooperativa bien fundada, con una base sólida, no se acaba nunca. Es como el caballero que vende el pan en la esquina: cumple una función básica y necesaria en la comunidad. No es una moda, es una respuesta social profunda”, dice. Y agrega: “Lo importante no es crear una cooperativa porque sí, sino entender dónde hace falta. Y cuando se hace con ese propósito, tiene larga vida”.
Bansur es hoy una muestra viva de cómo el cooperativismo puede ofrecer alternativas financieras justas, cercanas y sustentables. Con humildad, visión estratégica y una clara vocación de servicio, ha logrado posicionarse como una institución sólida, confiable y con profundo arraigo regional.
En un país donde muchas veces el acceso al crédito está condicionado por el tamaño de la empresa o el nivel de ingresos, experiencias como Bansur nos recuerdan que es posible construir sistemas financieros más humanos. Desde el sur, y con los pies firmes en el territorio, esta cooperativa demuestra que la unión de voluntades puede generar transformaciones reales. Porque, como dice su gerente general, “las grandes transformaciones comienzan cuando cooperamos. Y en Bansur, eso es lo que hacemos todos los días”.