La mitilicultura que respira territorio y futuro en la Región de Los Lagos
La mitilicultura chilena es una de las industrias alimentarias más sostenibles y territoriales del país. Desde la Región de Los Lagos, el cultivo de choritos combina ciencia, tradición e innovación, generando empleo local, desarrollo económico y liderazgo mundial en exportaciones.
mitilicultura es mucha más que el cultivo de mejillones, es una oportunidad en la que convergen la sabiduría ancestral con la innovación tecnológica. Es una industria tan silenciosa como poderosa, una actividad que conecta identidad, economía y sostenibilidad desde el corazón de la Región de Los Lagos hacia más de sesenta países en el mundo. La mitilicultura, con su historia profunda y su potencial aún no del todo conocido en Chile, llega al programa de VC Magazine a través de la voz de uno de sus principales referentes: Rodrigo Carrasco, director de la Asociación de Mitilicultores de Chile, AmiChile.
Rodrigo Carrasco comienza con una afirmación que sorprende por su honestidad. “Soy un convencido de que hay mucha gente que no nos conoce o nos conoce poco, incluso en esta región”, dice. Y con esa frase abre una puerta a una historia que se remonta a 80 años, cuando comenzaron los primeros intentos por cultivar Mytilus chilensis. A fines de los 90, la industria da un salto crucial, incorporando técnicas traídas desde las rías gallegas, profesionalizando el proceso y abriendo la ruta a la exportación.
“Se industrializa la mitilicultura con mucho apoyo estatal, con ciencia, con academia, con productores e inversionistas”, recuerda. El resultado de esa alianza público-privada hoy es evidente. “Chile tiene un posicionamiento a nivel mundial como el principal productor y exportador de choritos de cultivo del mundo”.
A pesar de ese liderazgo, el consumo interno sigue siendo un desafío. Carrasco lo resume con claridad. “Exportamos a más de 60 países, pero aún es poco consumido en Chile. Históricamente hemos sido malos consumidores de productos del mar”. Por eso, el gremio impulsa la campaña Hay Chorito, que busca conectar a las familias con recetas simples, accesibles y llenas de sabor. “Tenemos algo saludable, sostenible y sabroso. Y además barato”, enfatiza.
La mitilicultura respira territorio, y Carrasco lo explica con una cifra que muestra la dimensión real del fenómeno. “El 100% del chorito chileno se produce en 15 comunas de esta región. Esta es una industria profundamente local”. También es una actividad que impacta directamente en la empleabilidad. “Aporta entre 17.000 y 18.000 empleos entre directos e indirectos, con un tercio de participación femenina y trabajos de alta calidad. Y en zonas donde no hay muchas otras oportunidades”.
En ese mismo borde costero conviven pymes familiares, comunidades que llevan generaciones viviendo del mar e incluso pueblos originarios. “El 90 a 92% de nuestros productores son pymes. Muchas surgieron desde la pesca artesanal o desde pequeños negocios familiares que fueron integrándose al cultivo. Hoy esos mismos emprendimientos no solo generan trabajo, sino cadenas productivas completas”.
La sostenibilidad es el músculo invisible de esta industria. Más que un discurso, es evidencia científica. Rodrigo Carrasco menciona un reconocimiento internacional que habla por sí solo. “El observatorio del Monterey Bay Aquarium en Estados Unidos calificó a los choritos de cultivo como un súper verde. No solo son sostenibles, sino que además hacen bien a quien los consume”. El dato no es menor, considerando que ese ranking es referencia global para consumidores, supermercados y proveedores en Norteamérica.
La innovación también comienza a marcar el ritmo. Programas de monitoreo ambiental, sistemas predictivos y nuevas tecnologías están perfeccionando cada etapa del cultivo. Un área que se abre camino es el manejo de residuos. “Estamos investigando cómo devolver las conchillas al mar para contribuir a la desacidificación. También trabajamos en fertilizantes, hidrolizados proteicos y productos nutracéuticos”, detalla.
La mirada internacional no se detiene. Proyectos como Chile Mussel, impulsado junto a ProChile, están posicionando el producto en mercados estratégicos como México. Experiencias previas muestran el efecto dominó. “Lo hicimos en Rusia y fue muy exitoso. Ha llegado a representar entre el 15 y el 20% de nuestros destinos”, comenta. ¿Por qué compran en Chile? La respuesta mezcla calidad, pureza de aguas y la reputación de la Patagonia como origen premium.
Pero el ensayo más importante se juega puertas adentro. “Creo que donde tenemos más desafíos es en darnos a conocer en Chile”, afirma. Explica que el consumidor nacional todavía imagina el chorito como un molusco arrancado de una roca, sin tener idea de la sofisticación detrás. “Hay certificaciones, hay procesos, hay tecnología. Y sobre todo hay familias trabajando todo el año en condiciones exigentes”.
AmiChile reúne hoy a alrededor de 60 socios de distintos tamaños y orígenes. El gremio está en pleno desarrollo de su planificación estratégica al 2030. “Tenemos ambiciones de seguir creciendo y de fortalecer la relación con productores de España, Nueva Zelanda y Tailandia. No competimos solo entre nosotros, competimos con otras proteínas. Y el chorito es un alimento súper verde”.
La dimensión económica también sorprende. “El chorito chileno exporta del orden de 320 a 340 millones de dólares al año. Eso es aproximadamente el 5% de lo que exporta el litio en Chile. Pero del litio se habla todos los días. Y de nosotros, casi nada”, reflexiona.
En cada frase aparece la convicción de que la mitilicultura es más que una industria. Es un tejido social, económico y cultural que requiere ser conocido, valorado y consumido. Rodrigo Carrasco lo resume con una claridad que deja abierta la invitación. “Tenemos una cadena productiva muy desconocida por los chilenos. Y es un desafío para nosotros darla a conocer. Pero también es un compromiso de todos”.


