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HABLEMOS DE COOPERAR

Cooperativa Agrícola de Granos: innovación colaborativa que transforma el agro desde el sur de Chile

En los fértiles campos de San Pablo, región de Los Lagos, una nueva forma de trabajar el agro comienza a echar raíces. La Cooperativa Agrícola de Granos, conformada en 2023 por agricultores de las regiones de Los Lagos y Los Ríos, está revolucionando el modelo tradicional del cultivo y la comercialización en el sur de Chile.

La Cooperativa Agrícola de Granos, nacida en San Pablo, sur de Chile, impulsa una nueva era para el agro nacional. Con un modelo asociativo, cultivos estratégicos y alianzas industriales, está transformando el futuro rural desde la colaboración.

Con una mirada estratégica, sostenible y colaborativa, esta organización ha demostrado que es posible innovar en el agro a través del trabajo en equipo, el desarrollo tecnológico y una gobernanza clara y eficiente.

“La cooperativa la formamos con la idea de organizar a los agricultores y producir en conjunto para abastecer industrias que ya no estaban consiguiendo granos en el mercado nacional. Nos dimos cuenta de que cada uno trabajaba solo en su campo, sin conexión real con el producto ni con el destino que tendría”, explica Mauricio Mañasco, gerente general y socio fundador. La cooperativa comenzó con 15 socios que, en conjunto, agrupan a más de 30 agricultores y manejan una superficie total de 20.000 hectáreas productivas.

El camino no fue inmediato. Durante cuatro años, analizaron distintas formas de organización hasta concluir que el modelo cooperativo —donde los proveedores son también dueños— era el que ofrecía mayor sentido de pertenencia y posibilidades de escalar. “Convencer a agricultores a formar parte de algo más grande que ellos, ceder en parte el control y correr riesgos colectivos, fue uno de los desafíos más complejos. Pero sabíamos que si queríamos desarrollar algo de largo plazo, debía construirse sobre confianza y colaboración”, agrega.

Una vez tomada la decisión, establecieron un plan de desarrollo a cinco años. El primer hito fue seleccionar un cultivo estratégico con potencial de crecimiento y sostenibilidad: la arveja forrajera. Este grano, que genera su propio fertilizante, fue introducido en la dieta de vacas lecheras, pero la cooperativa visualizó una oportunidad más ambiciosa: incorporarlo a la alimentación de salmones. Tras dos años de trabajo con una empresa salmonera, lo lograron. Hoy es el segundo año en que abastecen con este cultivo a la industria acuícola, con resultados positivos tanto para la rentabilidad como para el medioambiente.

“El cultivo es interesante porque disminuye la necesidad de fertilizantes químicos y tiene una baja huella de carbono. Para la industria del salmón, esto significa un abastecimiento más sostenible y local, sin depender de barcos que importan desde Canadá o Estados Unidos. Para nosotros, representa una alianza virtuosa entre dos motores productivos del sur de Chile”, comenta Mauricio.

Pero la innovación no se detiene ahí. El segundo cultivo en ser desarrollado fue el trigo, aunque no en su uso tradicional para pan o pastas. La cooperativa identificó una necesidad específica de la industria salmonera: un trigo que sirviera para dar estructura al pellet del alimento de los peces. Esto llevó a un trabajo de investigación genética y adaptación de semillas, importando variedades con mejor viscosidad y características estructurales específicas. “Hoy estamos abasteciendo con ese trigo adaptado y especializado. Fue un proceso largo, pero necesario. Lo que buscamos no es solo producir, sino desarrollar soluciones a medida para cada industria”, explica.

La gobernanza ha sido un pilar fundamental en este proceso. Con reuniones mensuales presenciales que rotan entre los predios de los socios, han logrado fortalecer la confianza mutua y conocer en profundidad las realidades de cada agricultor. “Hacemos las reuniones en los campos de los socios, vemos sus instalaciones, compartimos experiencias. Esto no solo genera cercanía, también permite detectar oportunidades de colaboración y mejora continua”, afirma.

El modelo organizacional se apoya en equipos complementarios. Mauricio se encarga de la planificación, finanzas y tributación; su socio Ricardo Montesinos lidera el área comercial. A su vez, los socios aportan desde sus propias especialidades, generando un ecosistema técnico y profesional robusto. “Creemos mucho en los equipos. Nos apoyamos mutuamente y cada proyecto lo desarrollamos sumando conocimientos desde la experiencia agrícola, industrial y comercial”, comenta Mauricio.

Uno de los grandes objetivos de la cooperativa es aumentar progresivamente la superficie sembrada. Partieron con 2.000 hectáreas el primer año, 4.000 el segundo, y esperan llegar a 8.000 este año. El plan es que al final del quinto año, las 20.000 hectáreas estén en plena producción bajo la lógica cooperativa. Esto implica también diseñar sistemas logísticos, de almacenamiento y distribución que permitan abastecer a las industrias durante todo el año, no solo en la época de cosecha.

En este proceso, la relación con los proveedores es clave. Como explica Mauricio, “el 50% del costo en la producción de granos está en los insumos. Queremos convertirnos en la mayor compradora de fertilizantes y agroquímicos del país para obtener mejores condiciones, importar directamente y bajar los costos para nuestros socios. Con esa escala, podemos transformar la forma en que se accede a los insumos en la agricultura chilena”.

Además, están impulsando la industrialización y estandarización de granos. En alianza con Alisur, una planta de alimentos para lechería, establecieron un centro de acopio y procesamiento donde se limpian, clasifican y analizan los granos antes de ser enviados a las industrias. “Cada silo que usamos tiene control de temperatura y condiciones específicas para conservar el grano durante un año. Esto nos permite mantener la calidad y garantizar entregas estables incluso en contextos complejos como una pandemia”, explica.

Para Mauricio, una de las principales virtudes del modelo cooperativo es que “los proveedores son dueños de la industria. Eso une, genera compromiso, y también redistribuye mejor los ingresos. Lo que se genera queda en los campos, en las regiones. Además, nos permite desarrollar a los productores como protagonistas, no como proveedores invisibles”.

A la fecha, los productos principales son la arveja forrajera y el trigo, pero el plan contempla sumar canola, avena y cebada en los próximos años. Cada nuevo cultivo será desarrollado con innovación, respondiendo a las necesidades reales de las industrias. “No se trata solo de sembrar lo que ya existe. Se trata de crear valor, adaptar variedades, investigar, escuchar al mercado y responder con profesionalismo desde el agro”, explica.

En su paso por el campo donde cosecharon recientemente trigo, Mauricio muestra con orgullo los residuos del proceso y explica cómo se reincorpora la paja al suelo para evitar su quema, reducir la contaminación y mejorar la fertilidad. En sus palabras se refleja la visión que guía a esta cooperativa: eficiencia, respeto por el entorno y conexión con el propósito. “Las grandes transformaciones comienzan cuando cooperamos. Y eso es justamente lo que estamos haciendo: transformando el agro, desde el sur, con innovación y trabajo colectivo”, concluye.

La Cooperativa Agrícola de Granos no solo está sembrando nuevas variedades. Está sembrando también una nueva cultura productiva, donde el valor compartido se cosecha entre todos y para todos.