En una pequeña sala de producción en Puerto Montt, donde el aroma a té recién infusionado se mezcla con sonrisas sinceras, nació una historia de amor. No un amor romántico, ni tampoco uno pasajero, sino uno profundo, comunitario, comprometido: amor por la dignidad, por el trabajo, por la inclusión. Así nació la cooperativa Te Quiero, un proyecto donde cada bolsita de té viene con algo más que sabor: viene cargada de sentido.
Té Quiero es una cooperativa inclusiva de té en Puerto Montt que emplea a jóvenes con discapacidad, promoviendo trabajo digno, comunidad e innovación social en el sur de Chile.
El nombre no es casualidad. “Porque hacemos té, y porque queríamos decir algo más”, cuenta Natalia Oyarzún, gestora de inclusión laboral y una de las primeras impulsoras de esta iniciativa. Fue en el contexto de un taller laboral en una escuela especial donde surgió la idea. Una profesora, buscando estrategias para fomentar habilidades sociolaborales en jóvenes en situación de discapacidad, propuso comenzar un pequeño emprendimiento de té. La idea tomó fuerza en las ferias, en el entusiasmo de los chicos y en el compromiso de una madre, Viviana, que no solo creyó en el proyecto, sino que decidió convertirlo en algo más grande, más duradero. Así, junto a otros 16 socios —entre madres, padres e hijos— fundaron la cooperativa Te Quiero, infusión de amor.
El paso siguiente fue separarse de la escuela. “Porque ¿qué pasa con los jóvenes que terminan la educación especial a los 26 años?”, se pregunta Natalia. “Muchos quedan sin oportunidades, sin opciones reales para seguir estudiando o trabajando. Por eso esta cooperativa es tan importante: es un espacio de continuidad, de vida laboral real, pero sobre todo, de dignidad”.
Hoy, 18 jóvenes trabajan en la cooperativa. Lo hacen por turnos, dos o tres veces por semana, adaptando los horarios según sus necesidades y las de sus familias. Y lo hacen con una mística que contagia. Antes de entrar a trabajar, pasan por una inducción donde aprenden no solo sobre el té —sus orígenes, variedades, propiedades—, sino sobre el sentido de ser parte de un equipo. Aprenden de respeto, de colaboración, de lo que significa ser parte de una empresa inclusiva.
Se capacitan en higiene, en procesos operativos, en etiquetado, en control de calidad. Y lo más importante: son parte de la toma de decisiones. Esta es su empresa.Ellos son los jefes. El modelo cooperativo ha sido clave. “Nos permite centrarnos en los jóvenes”, explica Natalia. “Ellos no son empleados, son socios. Nosotros, los profesionales, nos debemos a ellos”. Ese enfoque ha permeado cada rincón de Te Quiero.
Hay un clima laboral donde todos se cuidan, donde el respeto no es un valor colgado en la pared, sino una práctica cotidiana. Se trabaja en equipo, se reconocen las habilidades individuales y se busca siempre que cada quien aprenda todo lo que pueda, pero también que encuentre su lugar.
El camino no ha sido fácil. Uno de los grandes desafíos ha sido lograr ser sostenibles. Como toda empresa joven, las ventas fluctúan. Pero han contado con el apoyo de la Fundación Sello Inclusivo, que les ha permitido postular a proyectos y contratar profesionales que fortalezcan el área administrativa, el marketing y la capacitación.
La meta, a mediano plazo, es clara: poder contratar formalmente a los 18 jóvenes que hoy participan del proyecto. Y aunque los desafíos son reales, los logros también lo son. “Uno de nuestros mayores éxitos ha sido armar equipos de trabajo, darnos a conocer, ver cómo cada día más personas valoran nuestros productos”, cuenta Natalia. “Nos siguen en redes, nos invitan, nos reconocen. Y eso nos impulsa a seguir”.
La innovación es parte del ADN de Te Quiero. En conjunto con los jóvenes, desarrollan nuevos productos, crean mezclas de té, rediseñan packaging, piensan estrategias para ingresar a nuevos mercados: cafeterías, hoteles, regalos corporativos. Cada decisión es compartida. Cada logro, celebrado. Vanessa Gallardo, terapeuta ocupacional, encontró en la cooperativa su primer trabajo y también, como dice ella, una nueva forma de ver su carrera.
“Aquí entendí que la discapacidad no es una limitación personal, sino el resultado de las barreras sociales. Aprendí que cada persona tiene desafíos, y que todos tenemos algo que aportar”. Su rol es apoyar a los jóvenes en sus habilidades ocupacionales, cognitivas y sociales. Trabaja con cuadernillos, con juegos, con conversaciones, con salidas al entorno. Cada actividad tiene un objetivo. “Salimos a comprar para enseñar a sociabilizar, a pedir el vuelto, a entender el entorno. Es una terapia, pero también es vida real”.
Ese enfoque integral ha permitido que algunos jóvenes incluso hayan encontrado empleos fuera de la cooperativa. Y aunque cuesta soltarlos —porque se genera un vínculo profundo—, el equipo los impulsa a volar. “Si no resulta, pueden volver. Siempre serán bienvenidos. Aquí no hay fracasos, hay aprendizajes”, dice Natalia.
Te Quiero no solo produce té. Produce autoestima. Produce comunidad. Produce transformación. Cada joven aprende sobre horarios, rutinas, trabajo en equipo, pero también sobre sí mismo. Se fortalecen sus metas, sus sueños, su voz. Se trabaja desde la diversidad, no desde la carencia. Aquí no se habla de discapacidades, sino de desafíos. Y cada desafío es también una oportunidad.
La invitación está abierta. La cooperativa quiere crecer, sumar nuevos jóvenes, nuevas familias, nuevos apoyos. Quieren llegar a más lugares, diversificar sus productos, profesionalizar sus canales de venta. Pero nunca perderán lo esencial: ese sello de amor que les dio nombre. Ese gesto sencillo pero poderoso que hoy reescribe lo que entendemos por inclusión.
En cada taza de té Te Quiero hay más que hibisco, naranja o frutilla. Hay respeto. Hay futuro. Hay un mensaje claro: el trabajo digno es posible para todos, y cuando se construye en comunidad, el sabor es mucho mejor.