Rediseñar el futuro desde la huella
Desde la Región de Los Lagos, Nicolás Benko, fundador de Greenticket, lidera una revolución silenciosa: transformar la huella de carbono en desarrollo regenerativo. Su historia refleja el tránsito del reciclaje al rediseño, del turismo sustentable a la economía circular chilena, donde cada acción cotidiana puede cambiar el sistema.
A veces las grandes transformaciones nacen de una intuición simple. Nicolás Benko lo sabe. Hace más de una década recorrió Chile de norte a sur con una idea que parecía adelantada a su tiempo: crear un pequeño “ticket verde” que permitiera a los turistas compensar la huella de carbono de cada día de viaje. Dos mil pesos por jornada, destinados a regenerar los ecosistemas de los destinos que los recibían. Así nació Greenticket, mucho antes de que hablar de cambio climático fuera una tendencia.
El modelo inicial funcionó por un tiempo. Desde San Pedro de Atacama, al interior de la Región de Antofagasta, hasta Puerto Natales, en la Región de Magallanes, los viajeros compraban sus tickets, los hoteles se sumaban y el mensaje comenzaba a circular. Pero con el paso del tiempo, la estructura del proyecto exigió más que buena voluntad. Los equipos locales cambiaban, había que capacitar de nuevo, y el sistema no lograba sostenerse. “El modelo como tal no funcionó”, recuerda Benko. Sin embargo, algo sí quedó claro: el turismo chileno estaba listo para hablar en serio del clima.
De ese aprendizaje surgió un nuevo propósito. Greenticket comenzó a medir huellas de carbono en restaurantes, luego en hoteles y finalmente en industrias. Con apoyo de Colbún, Santa Emiliana y otras empresas, se crearon las primeras “rutas carbono neutral” y acuerdos de producción limpia en distintos destinos del país. Hasta que un empresario salmonero, al ver su logo en un restaurante de Puerto Varas, los contactó para incluir a toda una industria. Hoy, Greenticket trabaja con el 90% del sector salmonero chileno, ayudando a medir, reducir y compensar su huella. Lo que partió como un ticket para turistas, se convirtió en una herramienta de transformación productiva.
Pero la historia no termina ahí. La pandemia trajo preguntas más profundas: ¿qué significa realmente descarbonizar un territorio? ¿Cómo se rediseña una economía para que no dependa del daño? Fue entonces cuando Nicolás Benko decidió estudiar economía circular y ecodiseño, junto a expertos internacionales. Descubrió que la sostenibilidad no se trata solo de reciclar, sino de repensar el origen mismo de los productos y servicios.
“Lo esencial de la economía circular es diseñar para no generar residuos”, explica. “El reciclaje es lo último del proceso, no lo primero. Lo que necesitamos es pensar desde la cuna a la cuna, no de la cuna al vertedero”.
Esa mirada lo llevó a formar a cientos de personas en todo Chile -incluidos los 450 Centros de Negocios de Sercotec- en modelos de negocio circulares, donde la innovación nace del rediseño. Y así como las industrias aprendieron a medir su huella, también los ciudadanos fueron invitados a revisar la suya.
Cada decisión cotidiana tiene un impacto. Elegir una manzana sin envoltorio, rechazar el plástico innecesario, preferir productos locales o de envases retornables, todo cuenta! “La primera R no es reciclar, es rechazar”, dice Nicolás. Ese gesto, pequeño y voluntario, es también un acto político. Porque cada compra, cada voto del consumidor, empuja o detiene una forma de producir.
En su relato, la economía circular se despliega como un sistema vivo. La simbiosis industrial que convierte los residuos de un sector en materia prima de otro; la biomímesis que imita los procesos de la naturaleza para regenerar en lugar de extraer; la educación que siembra una nueva mentalidad desde los colegios y universidades. “Si un estudiante aprende que un envase tiene distintas capas, distintos materiales y orígenes, ya empieza a pensar distinto. Esa es la semilla del cambio”, reflexiona Nicolás Benko.
Pero la transición no es simple. La normativa chilena aún trata muchos subproductos como residuos y no como materias primas, lo que limita su reutilización. El caso del vidrio es un ejemplo claro. Su reciclaje es costoso en regiones alejadas del centro, aunque podría transformarse en arena para la construcción o limpieza industrial. “La economía circular necesita más laboratorio, menos burocracia”, plantea. “Las universidades están listas, solo falta que la regulación acompañe”, refuerza Benko.
Desde la Región de Los Lagos, Greenticket ha demostrado que los cambios sistémicos comienzan en lo local. En sus proyectos, la articulación público-privada se une a la participación comunitaria. Las rutas carbono neutral, los acuerdos con la industria alimentaria y las capacitaciones en economía circular son parte de un mismo impulso que es pensar el desarrollo como una oportunidad regenerativa, no extractiva.
El desafío ahora es cultural. Y Nicolás lo resume con una convicción sencilla argumentando que “la economía circular nunca trabaja sola. Necesitamos que los ciudadanos, las empresas, las universidades y los gobiernos se muevan en la misma dirección. Todos somos parte del mismo ciclo”.
Repensar el sistema no es solo una tarea técnica, es un acto de conciencia. Rechazar lo que contamina, rediseñar lo que usamos, restaurar lo que dañamos. Si el siglo XX se construyó sobre la idea de consumo, el XXI nos desafía a crear sobre la idea de circularidad.
Y ese cambio, que es silencioso, pero imparable, ya comenzó en el sur del mundo.


