En un país en constante transformación como Chile, donde las brechas económicas y
sociales aún persisten, emergen organizaciones silenciosas que, lejos del protagonismo de
los grandes grupos financieros, construyen día a día soluciones reales para miles de familias.
Libercoop es una cooperativa de inclusión financiera en Chile con más de 70 años de trayectoria. Fundada en Estación Central, hoy se proyecta como una organización moderna, digital y comprometida con la equidad, el desarrollo local y el bienestar de sus socios.
Fundada en 1951 en la comuna de Estación Central, Libercoop nace bajo el alero de la Iglesia Católica, inspirada por el compromiso social del padre Raúl Silva Silva. En una época donde el acceso a crédito estaba reservado para unos pocos y el sistema financiero aún era incipiente, esta iniciativa se transformó en una respuesta concreta a las necesidades de los vecinos del sector. Salud, educación, emprendimientos y otras urgencias personales podían resolverse gracias a la cooperación entre quienes creían en el valor del bien común.
“Libercoop es una de las cooperativas más antiguas de Chile. Se fundó con un propósito noble y profundamente social: que cada persona pudiera poner un granito de arena en un fondo común, y desde ahí generar soluciones para quienes no tenían acceso al sistema financiero tradicional”, explica Ingrid Becker, presidenta de la cooperativa. Su testimonio no solo transmite conocimiento histórico, sino también un profundo sentido de pertenencia y compromiso con una organización que ha superado tiempos difíciles gracias a su base valórica.
La historia de Libercoop no es solo un legado, también es una prueba de su capacidad de adaptación. Uno de los momentos más complejos ocurrió antes del año 2010, cuando la cooperativa enfrentaba una delicada crisis financiera. El escenario era adverso y las opciones eran limitadas: disolverse o buscar un nuevo impulso. Fue entonces cuando una familia de Chiloé, vinculada al mundo del retail, decidió sumarse al proyecto. Esta alianza marcó un antes y un después.
“Para nosotros fue una manera de concretar el rol social que siempre nos inculcaron. Veníamos de otro mundo, no conocíamos el sistema cooperativo en profundidad, pero asumimos el desafío con responsabilidad. Participamos en asambleas, nos capacitamos, y tomamos decisiones difíciles, pero siempre alineadas con el propósito de ayudar a las personas a salir adelante”, recuerda Ingrid Becker. Desde entonces, Libercoop no solo recuperó su operatividad, sino que comenzó un proceso de transformación profunda.
La llegada del equipo chilote también marcó el inicio de una etapa de expansión territorial, especialmente hacia zonas como Chiloé, donde la necesidad de alternativas financieras éticas y cercanas es alta. Pero lo más relevante fue la capacidad de la cooperativa de evolucionar sin perder su esencia. La digitalización, por ejemplo, fue una apuesta estratégica que hoy se ha convertido en una de sus principales fortalezas.
“Durante la pandemia, tomamos la decisión de avanzar con todo hacia la digitalización. Teníamos que llegar a más personas, incluso con las oficinas cerradas. Nos capacitamos, hicimos un diplomado en transformación digital, desarrollamos nuestra app, mejoramos nuestros canales de atención y diseñamos una experiencia lo más sencilla y amigable posible para nuestros socios”, cuenta Becker. Esta transición no fue sólo tecnológica, también fue cultural. Implicó formar equipos, entender los nuevos hábitos de los usuarios y mantener siempre el contacto humano como prioridad.
El modelo de atención de Libercoop pone al socio en el centro. Eso se expresa en acciones concretas: atención personalizada, educación financiera transversal, cercanía y acompañamiento en cada paso. “Queremos que las personas tomen decisiones informadas, que entiendan lo que firman, que sepan cómo funciona un crédito. No queremos que el miedo o la falta de información los limite. Por eso nos propusimos que todos nuestros ejecutivos estén preparados para explicar, orientar y acompañar”, enfatiza su presidenta.
Los resultados hablan por sí solos. Hoy, Libercoop cuenta con cerca de 4.800 socios activos, de los cuales el 60% son mujeres. Un dato que refleja tanto el compromiso de la cooperativa con la equidad de género como el impacto social de su modelo. “La participación femenina en cargos directivos es cercana al 37%, muy por sobre el promedio nacional. Esto permite una mirada distinta, más empática, orientada a las necesidades reales de las familias. Las mujeres son disciplinadas, responsables, y su motivación muchas veces es mejorar la calidad de vida de sus hijos. Eso es movilidad social real”, comenta Becker.
Y es precisamente esa movilidad social la que se ha transformado en uno de los pilares de la cooperativa. “Queremos que nuestros socios puedan subir peldaños en la vida, que partan desde la base y avancen. Que se sientan capaces, que sueñen y que sepan que hay una institución que los respalda para lograrlo”, agrega.
En paralelo, Libercoop ha consolidado una identidad cooperativa moderna, participativa y con visión de futuro. Mauricio Rojas, vicepresidente de la organización, ha liderado muchas de las iniciativas ligadas al desarrollo digital, la participación gremial y la renovación de la gobernanza. Para él, los desafíos son tan claros como ambiciosos.
“Uno de nuestros focos es cómo acercamos a las nuevas generaciones al mundo cooperativo. Ellos están acostumbrados a lo digital, pero también buscan propósito. El modelo cooperativo conecta muy bien con esas demandas, porque se basa en la igualdad, la equidad, la democracia y el compromiso con el desarrollo sostenible”, señala Rojas. Y agrega: “Hoy trabajamos con una mirada internacional. Observamos lo que están haciendo cooperativas en Canadá, Colombia, Brasil y Europa. No para copiarlos, sino para aprender e
incorporar buenas prácticas que enriquezcan nuestro quehacer”.
Esta mirada global se complementa con una fuerte vinculación local. Libercoop colabora activamente con federaciones nacionales, transfiere conocimiento a cooperativas más pequeñas y se proyecta como un actor clave dentro del ecosistema cooperativo chileno.
“Creemos en la colaboración como motor de crecimiento. Nuestra experiencia nos ha enseñado que las organizaciones que perduran son aquellas que se adaptan sin perder su propósito”, reflexiona Rojas.
Otro aspecto relevante ha sido el trabajo interno. La digitalización no solo impactó los canales de atención, también implicó cambios en los procesos, en la cultura organizacional y en el desarrollo del talento humano. “Hemos invertido en capacitación, en mejorar la tecnología interna, y también en atraer perfiles estratégicos al directorio y a los equipos gerenciales. Esto nos permite prepararnos para lo que viene, como la ley de finanzas abiertas, y los nuevos desafíos normativos del sector financiero”, afirma.
En sus siete décadas de vida, Libercoop ha demostrado que es posible construir una economía distinta: más justa, más humana y más participativa. Una economía donde las personas son el centro, donde el crédito no es un fin, sino una herramienta para alcanzar sueños. Donde el desarrollo no se mide sólo en cifras, sino en historias de vida transformadas.
“Cuando vemos a una socia que logra pagar su crédito, que cumple su meta y se siente capaz de emprender un nuevo proyecto, sabemos que estamos en el camino correcto. Eso es lo que nos motiva cada día”, concluye Ingrid Becker.
En un mundo que busca nuevas formas de relacionarse, de producir y de crecer, el modelo cooperativo resurge con más fuerza que nunca. Libercoop no es solo una institución financiera. Es una comunidad. Es un compromiso. Es la prueba viva de que las grandes transformaciones comienzan cuando cooperamos.